29 julio 2025
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IVA y tesorería: la trampa invisible que puede afectar a tu negocio

El IVA pasa por la tesorería de la empresa, pero no forma parte de sus ingresos.

Mario Cantalapiedra - Economista

 

Uno de los errores más frecuentes entre emprendedores noveles y microempresas es asumir que el importe total cobrado a los clientes forma parte íntegra de los ingresos de su negocio, sin tener en cuenta el efecto del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA).

El IVA es un impuesto indirecto que grava el consumo de bienes y servicios, y que en última instancia asume el consumidor final, mientras que las empresas y autónomos actúan como meros intermediarios: lo repercuten a sus clientes al emitir las facturas de venta y lo soportan en las facturas de sus proveedores, liquidando la diferencia a Hacienda. En términos generales, una liquidación a pagar suele reflejar que el negocio está generando actividad económica. Salvo en el caso de las grandes empresas (con facturación anual superior a 6.010.121,04 euros), lo habitual es que esta liquidación se realice de forma trimestral.

 

Ignorar el efecto del IVA puede salir caro a la empresa

La diferencia entre el IVA repercutido y el soportado, es decir, el IVA neto, representa un importe que transita temporalmente por la tesorería de la empresa, pero que no forma parte de sus ingresos reales. No tener en cuenta esta realidad puede derivar en diversas complicaciones, como:

  • Desajustes contables y financieros, que dificulten el control de las operaciones sujetas a IVA y la conciliación de las cuentas.
  • Problemas de liquidez, si los fondos correspondientes al IVA neto se destinan a otros fines y no están disponibles en el momento de la liquidación fiscal.
  • Recargos e intereses de demora, en caso de presentar el impuesto fuera de plazo por no disponer del importe necesario.
     

¿Cómo evitar estos inconvenientes?

Para prevenir estos problemas, es fundamental adoptar una serie de buenas prácticas de gestión desde que se inicia la actividad empresarial o profesional:

  • Formación básica en fiscalidad y finanzas. Todo emprendedor o pequeño empresario debe adquirir unos conocimientos mínimos sobre el funcionamiento del IVA y sus implicaciones en la tesorería de la empresa.
  • Separación del IVA en una cuenta específica. Es especialmente recomendable para los autónomos abrir una cuenta bancaria independiente en la que separar el IVA a pagar, con el fin de reservarlo y asegurarse de que estará disponible en el momento de la liquidación trimestral.
  • Uso de software contable adecuado. Las pequeñas empresas obligadas a llevar contabilidad deben implementar herramientas que les permitan diferenciar el IVA repercutido y soportado, generar los libros de IVA correspondientes y calcular automáticamente el importe a pagar.
  • Planificación fiscal periódica. Seguir la política de revisar periódicamente la evolución del IVA a pagar evita sorpresas en la liquidación trimestral.
Más opciones:

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