03 marzo 2010
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EL COBRADOR SIN FRAC

Ha sido un auténtico fenómeno social la aparición en España de una gran variedad de empresas de recobro de impagados, cuyo principal “modus operandi” es la utilización de cobradores disfrazados —nos referimos a las agencias de cobros que utilizan cobradores de impagados vestidos con frac, de pantera rosa, o de fraile franciscano– y cuya táctica se basa en hacer que el deudor se sienta avergonzado y pague. Este tipo de empresas que son indiscutiblemente "typical spanish" basan su gestión en la teoría de que el moroso teme a la difusión pública de su condición –seguramente basándose en la presunción de que si se difunde públicamente la información acerca de su costumbre de no pagar nadie le concederá créditos– por lo que el deudor preferirá pagar antes de que se perjudique irremediablemente su reputación (en cambio si no paga el débito acabará en el más absoluto descrédito).

Por Pere Brachfield, morosólogo y profesor de EAE Business School

Ha sido un auténtico fenómeno social la aparición en España de una gran variedad de empresas de recobro de impagados, cuyo principal “modus operandi” es la utilización de cobradores disfrazados —nos referimos a las agencias de cobros que utilizan cobradores de impagados vestidos con frac, de pantera rosa, o de fraile franciscano– y cuya táctica se basa en hacer que el deudor se sienta avergonzado y pague. Este tipo de empresas que son indiscutiblemente "typical spanish" basan su gestión en la teoría de que el moroso teme a la difusión pública de su condición –seguramente basándose en la presunción de que si se difunde públicamente la información acerca de su costumbre de no pagar nadie le concederá créditos– por lo que el deudor preferirá pagar antes de que se perjudique irremediablemente su reputación (en cambio si no paga el débito acabará en el más absoluto descrédito).

Los demandantes de este tipo de servicios de cobro son aquellos empresarios que –indudablemente en un estado de impotencia y desesperación– no han conseguido que sus deudores les paguen y ante la situación crítica que ello supone, están dispuestos a recurrir a cualquier método, con tal de poder recuperar su dinero o bien movidos por el espíritu de la venganza, quieren al menos hacer pasar un mal rato al moroso.

La agencia del Cobrador del Frac fue la primera en utilizar en España a cobradores disfrazados para perseguir a los morosos, aunque informaciones recogidas en Argentina apuntan que la paternidad de la idea bien pudiera ser de una empresa de cobros de Buenos Aires que en los años setenta contrató a universitarios a los que vistió de chaqué y galera (sombrero de copa), les dio maletines de cuero de color rojo brillante en los que se podía leer la leyenda “cobro de morosos” y les mandó en carros antiguos a visitar a los morosos. A estos elegantes cobradores se les llamó “los caballeros”, y su misión no era cobrar sino poner en evidencia al deudor ante sus vecinos y estimularle a pagar la deuda. El lema de la empresa de cobros era “de frac y de galera le cobramos a cualquiera”.

Lo que si es cierto que en España la gente asocia la imagen de un señor vestido de frac con sombrero de copa y maletín negro (en el que se puede leer la insignia de Cobro de Morosos en letras blancas) como el tenaz cobrador que se dedica a perseguir al escurridizo – y caradura– deudor por todas partes. Por este motivo a nivel popular la imagen de una chistera se ha convertido en el ícono del perseguidor de morosos.

En los últimos años al cobrador del frac le han salido muchos competidores. Ahora bien las otras empresas de recobro de impagados han cambiado el atuendo de sus cobradores, y los disfrazan de gaitero escocés, de “El Zorro”, de payaso, de pregonero, de caballero español con capa, de tuno universitario, de monje franciscano, de conejito o de gángsters de la "cosa nostra". En otros casos se han buscado trajes llamativos como fue el caso de la agencia de recobros que utilizaba al "cobrador rojo" (sin que tuviera significado político), o las agencias que enviaban a un cobrador vestido de verde botella o de amarillo chillón. Incluso una agencia de cobros usaba un cobrador disfrazado de Pantera Rosa para poner en evidencias a los morosos. Curiosamente este disfraz de Pantera Rosa, es el que más sensación ha provocado fuera de España, ya que en numerosas publicaciones extranjeras especializadas en el mundo del crédito se ha hablado de "las panteras rosas españolas" que siguen a los morosos por las calles.

Ahora bien una cosa es la teoría, y otra la realidad, puesto que a muchos morosos recalcitrantes les da igual que les siga un cobrador o cien cobradores disfrazados, ya que no piensan pagar por mucho que les persigan por la calle una legión de cobradores (estos morosos están ya tan desacreditados que la difusión pública de su condición les deja indiferentes). Por lo que con la utilización de cobradores disfrazados bien se podría dar el caso de que un moroso recalcitrante fuera por la calle seguido por una comparsa de cobradores disfrazados enviados por sus acreedores. Y es que si todos los acreedores tuviesen la misma idea de utilizar un cobrador disfrazado que se convierta en la sombra del moroso con el fin de ponerlo en evidencia ante su entorno, la gente pensaría que se trata de una fiesta de carnaval que pasa por la calle y el moroso pasaría desapercibido.

En los últimos tiempos ha entrado en el ruedo una nueva empresa de recobros. Estos días se puede ver por las calles a un cobrador disfrazado de torero, con su traje de luces completo y montera reglamentaria: es "el torero del moroso". Aunque se pudiera pensar que este disfraz de torero es solamente una nueva versión de cobrador de morosos disfrazado, sin embargo de todas las agencias de recobro de morosos que utilizan cobradores disfrazados, el torero de los morosos tiene una especial carga psicológica. Los morosos profesionales son unos auténticos expertos en torear a sus acreedores; son unos maestros en el arte del capote y después de varias faenas dejan a sus pobres acreedores exhaustos y sin haber cobrado un céntimo. Por lo que la revancha del acreedor es enviar al deudor un cobrador disfrazado de torero; por consiguiente tiene carga psicológica la cosa ya que se cumple aquella antigua máxima que dice "quien a hierro mata a hierro muere".

De todos modos las agencias de recobro de morosos se han olvidado del mejor disfraz para perseguir a los morosos contumaces: el de "Teniente Colombo". Puesto que quien mejor que aquel infatigable, latoso y pesado detective de la tele, vestido con su sempiterna gabardina arrugada y mugrienta, para ir detrás del moroso hasta que por agotamiento se rinda y pague sus deudas.

Ahora bien respecto al hecho en si de dar escarmiento a los morosos utilizando un disfraz con la finalidad de afear en público su conducta, en realidad en España históricamente no era que el cobrador el que tenía que ir disfrazado andando por la calle detrás del moroso, sino que era el deudor el que tenía que recorrer las calles disfrazado como castigo por su conducta. Esto era habitual en la Edad Media, cuando el moroso era obligado a disfrazarse (y no el pobre cobrador) y tenía que salir a la calle vestido con una indumentaria llamativa, para que todo el mundo supiera que no pagaba sus deudas. La tradición medieval obligaba a los morosos a pasearse por las calles de la ciudad subidos encima de un burro y vestidos con túnicas con grandes cruces rojas y con un capirote en la cabeza. Durante el paseo todo el pueblo podía mofarse del infortunado deudor, insultarle e incluso tirarle toda clase de objetos. El escarnio público debía servir para escarmentar a los morosos y disuadir a los demás ciudadanos de caer en la tentación de convertirse en malos pagadores; aunque en aquella época los deudores más desafortunados acababan en la cárcel o todavía peor en la horca.

Como consecuencia de lo anteriormente expuesto, los profanos en cuestiones de recuperación de deudas suelen tener un concepto muy equivocado de lo que son los modernos especialistas en recuperación de impagados. La mayoría de la gente piensa que el cobro de impagados es un acto de enfrentamiento con los deudores y que para recobrar impagos se requiere un trato duro para con los morosos. La idea de que para recaudar el mejor sistema es darle caña al deudor se ha extendido a todos los niveles. En la cultura popular abundan los estereotipos sobre los morosos y sobre las técnicas de cobro de deudas; estereotipos que muchas veces son propagados una y otra vez por los medios de comunicación. En España aún existen muchos mitos acerca del cobro de los impagados y todavía perdura una leyenda negra sobre la actividad de la recuperación de deudas. Y si no me creen, que le pregunten a cualquier profesional del recobro cual es la reacción de la gente cuando en una reunión social le hacen la clásica pregunta: “¿Y usted a que se dedica?. Cuando el interrogado informa acerca de cual es su ocupación: “soy cobrador de morosos”, por lo general el sujeto se ve marginado como si padeciera alguna enfermedad contagiosa, ya que sufre el rechazo –mezcla de la incomprensión, aprensión y recelo– de la gente.

Y es que mucha gente aún cree en el tópico de que para cobrar sólo hace falta gritar y amenazar al moroso. El concepto más extendido es que los que se dedican a la reclamación de impagados son seres cargados de mala uva, antipáticos, siniestros y violentos. Y esta escasa querencia de la gente por las personas que se dedican al recobro, quedó demostrada en una encuesta que hizo una revista sobre la simpatía que despiertan las distintas profesiones; en los últimos lugares del ranking se encontraban los cobradores de morosos y los enterradores.

Las personas que se dedican en las empresas a la recuperación de los impagados tampoco son suficientemente valoradas por sus colegas que trabajan en otros departamentos. Y las tareas de recobro –salvo escasas excepciones– son poco valuadas por la dirección de las empresas que en muchos casos consideran el equipo de cobranzas como una sección marginal dentro de la empresa. Desdichadamente en España todavía no se valora suficientemente a los especialistas en el recobro, y tampoco se les da el reconocimiento profesional ni personal que se merecen. Los trabajadores especializados en el recobro, por lo general y salvo honrosas excepciones, no reciben las mismas atenciones, reconocimientos y por supuesto retribuciones que los especialistas que desempeñan su trabajo en otras áreas de la empresa, como por ejemplo en el departamento comercial.

Una parte de la culpa de esta mala imagen se debe a una idea adulterada que la opinión pública se ha formado acerca del recobro de deudas. La percepción de muchos ciudadanos es que el recobro de los impagados es una actividad violenta, peligrosa y marginal, que consiste esencialmente en amenazar, hostigar y pegar gritos a los morosos. Para mucha gente –bajo un enfoque reduccionista– sólo hay dos clases de profesionales del recobro: en la primera categoría se encuentran los gorilas de 120 kilos de peso, que tienen bíceps de 55 centímetros y aspecto patibulario y que se dedican a coaccionar a pobres ancianitas para que paguen. En la segunda categoría están los cobradores de morosos disfrazados de forma estrafalaria, que persiguen a los morosos por la calle portando una pancarta con el texto “voy detrás de un moroso”.

Consecuentemente el cine y los medios de comunicación han contribuido a crear esta opinión tan poco favorable, ya que suelen proyectar una imagen desvirtuada, tanto de lo que es la morosidad como de la actividad profesional que la combate. Por ejemplo en una película española titulada “Haz conmigo lo que quieras” (dirigida por Ramón de España en 2003), aparecía en la trama una empresa de recobro de morosos dirigida por un exlegionario expulsado del Tercio por conducta violenta. El método de esta agencia de cobros en una primera fase de gestión consistía en enviar a un cobrador disfrazado de conejo azul a perseguir a los morosos hasta que pagaran la deuda. La segunda fase era despertar a los vecinos del inmueble donde vivía el deudor –llamando por el interfono a todos los pisos– a las cinco de la madrugada para informarles que en la escalera vivía un moroso. Y la tercera fase de gestión consistía en propinar una paliza de muerte al moroso para obligarle a pagar. En esta película se llega a amenazar a un moroso recalcitrante con una pistola para convencerle de que tenía que pagar y además le machacan la mano con un palo de golf como escarmiento. En definitiva que los espectadores que vean esta película, van a formarse una idea muy equivocada de lo que es el cobro de morosos.

 

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